24 de septiembre de 2009

Movilidad: el mito de las infraestructuras



Partidos como el PNV, el PP o el PSOE llevan décadas asociando la inversión pública en infraestructuras con la dinamización de la economía y la creación de puestos de trabajo. Dicen los grandes lobby, cluster y asociaciones patronales que las iniciativas públicas que acometen grandes obras como carreteras, trenes de alta velocidad o nuevas autopistas, son la máquina motriz que arrastra los vagones de la empresa privada, en una ruta hacia el progreso, el empleo y el crecimiento de la economía.


España tiene el mayor número de autovías de la Unión Europea y, para 2012, se espera que tenga el mayor trazado de tren de alta velocidad del mundo. Sin embargo, es España el país de la UE que más paro tiene. Estamos por detrás de Irlanda, Portugal y Grecia. Después de años de febriles construcciones de autovías y AVE, somos los últimos de la cola. La famosa máquina tractora ha resultado contaminante para el medio ambiente y pésima locomotora de la economía.
Si bien tanta carretera, superpuerto y aeropuerto no han servido para tener una economía saludable, al menos, si tuviésemos unas buenas vías de comunicación? Pero nada más lejos de la realidad. Priorizar el tráfico por carretera sobre el ferrocarril nos ha convertido en el país que menos mercancías transporta en tren. Priorizar la alta velocidad sobre el tren convencional ha sido nefasto para mantener un transporte ferroviario moderno, barato y eficiente. Han desaparecido líneas férreas como la de Donostia-Valencia y hay peleas, por su escasez, para sacar alguno de los billetes de la línea que va desde Bilbao al Mediterráneo. Viajar en tren desde Donostia a Bilbao puede costar unas cuatro horas, cuando por la autopista apenas es una. Se pierden viajeros por doquier y en las líneas de cercanías, muy demandadas y rentables, se usan equipos de segunda mano, con las máquinas y vagones más viejos. Hasta ayer funcionaba el Talgo para Madrid, una auténtica almoneda. Estaciones y apeaderos decrépitos, mala accesibilidad y, para rematar, tarifas caras.


El billete único para Gipuzkoa se puso en marcha gracias a la presión de la izquierda. Fue una exigencia de Ezker Batua-Berdeak en las Juntas Generales por la que Markel Olano en su primer discurso se comprometió a bajar las tarifas de los autobuses un 40%. El billete único ha sido un avance, se ha incrementado el número de usuarios rápidamente y los descuentos en función del número de viajes rebajan el precio considerablemente.

El reciente acuerdo con Renfe para poder pagar el viaje de tren con la misma tarjeta del billete único, desgraciadamente, no ofrece ventajas al usuario, pues la tarifa no se reduce, ni se acumulan los viajes. Viajar en transporte público sigue siendo caro y falta un verdadero billete intermodal y barato.


No estaría de más que a las personas que renuncien al coche privado se les premiara con bonos de transporte público. Y es que el transporte, después de la industria, es el mayor foco de emisiones de CO2. Para luchar contra el cambio climático, la solución no son más carreteras, sino una buena red de transporte público. Y, por supuesto, de nada sirve hablar de movilidad sostenible y de lucha contra el cambio climático, si se pretende construir un superpuerto exterior en Pasaia, donde albergar petroleras y gaseras. Esto significará agravar la movilidad en el cuello de botella que es Gipuzkoa y emitir a la atmósfera millones de toneladas de gases de efecto invernadero. La ilusión mercantil de crecer hasta el infinito puede devorar entornos naturales como Jaizkibel, pero será la propia naturaleza la que ponga freno a semejante delirio.


Arantza González
Juntera de Ezker Batua-Berdeak en Gipuzkoa