Alfonso Ríos Velada
Federación de Construcción de CCOO de Euskadi.
(Artículo publicado en el diario Gara)
Bien en campaña electoral o fuera de ella, la imagen de un responsable político (sea del partido que sea) cortando la cinta en la inauguración de una infraestructura pública o puesta en marcha de algún nuevo servicio nos resulta familiar a todos. Pero llegado ese momento, incluso antes de cortar la cinta, quizás convendría realizar un ejercicio de responsabilidad: hacer balance de lo que ha supuesto esa obra para quienes han trabajado en ella o en qué condiciones lo han hecho. Y lo más importante, ver a qué empresas pertenecían en ese momento, ya sea contrata principal, subcontrata, subcontrata de la subcontrata, etcétera.
(Artículo publicado en el diario Gara)
Bien en campaña electoral o fuera de ella, la imagen de un responsable político (sea del partido que sea) cortando la cinta en la inauguración de una infraestructura pública o puesta en marcha de algún nuevo servicio nos resulta familiar a todos. Pero llegado ese momento, incluso antes de cortar la cinta, quizás convendría realizar un ejercicio de responsabilidad: hacer balance de lo que ha supuesto esa obra para quienes han trabajado en ella o en qué condiciones lo han hecho. Y lo más importante, ver a qué empresas pertenecían en ese momento, ya sea contrata principal, subcontrata, subcontrata de la subcontrata, etcétera.
Porque esas grandes obras dejan atrás también otras realidades: tres trabajadores muertos durante la construcción del aeropuerto de Loiu (dos de ellos padre e hijo), un fallecido en la obra del centro comercial Zubiarte de Bilbao, otros tres muertos en el desdoblamiento de la Nacional-I en Armiñon. Hechos que deberían hacer recapacitar a alcaldes, diputados generales, lehendakaris y consejeros sobre las condiciones laborales en las actuales obras de la Supersur en Bilbao, donde ya ha habido un accidente mortal y se trabajan turnos de 12 horas y con empresas que obligan a trabajar incluso por encima de ese tiempo. Así sucedía durante la construcción de las Torres de Isozaki, donde los trabajadores soportaban constantes amenazas de despido si se negaban a realizar horas por encima de su jornada ordinaria; amenazas que algunas veces llegaron a materializarse en despidos. Y así sucede ahora en la construcción de la Torre de Iberdrola, ambas paradigmas del Bilbo cosmopolita.
Las jornadas de sol a sol, de 12 horas ininterrumpidas también se dan en las obras del TAV (otro trabajador muerto) y de entre 10 y 12 en las de ampliación del Ayuntamiento de Bilbo, que seguro que también quedará muy bonito, y en las de acondicionamiento de la playa de Gorliz, donde aprieta el calor. En todos estos casos, se trabajan festivos; porque hay prisa y hay que cortar la cinta el día indicado.
Otra imagen muy característica es la combinación de traje, corbata e inmaculado casco blanco en la cabeza. La visita obligada de las autoridades políticas a las obras de edificios e infraestructuras que pretenden ser signo de modernidad y progreso también es un clásico. La obra nunca está tan limpia, ni ordenada como podemos ver en los medios de comunicación al darse la visita institucional de turno. Ni el trato de las empresas hacia los trabajadores es tan correcto y educado como el que a ustedes se les da al visitar la obra.
En este tipo de obras, como en otras, también están presentes empresas que no aplican el convenio correspondiente, para así pagar menos dinero a los trabajadores; empresas que no cumplen la Ley de Prevención de Riesgos Laborales, con consecuencias fatales en algunos casos; empresas que amedrentan y explotan a los inmigrantes, sabedoras de la situación de mayor vulnerabilidad que estos sufren; y empresas que obligan a trabajar 12 horas al día, para no hacer nuevas contrataciones si llega el plazo de entrega de la obra. No sólo si agobian los plazos de entrega, esto se hace incluso desde el principio de la obra, y se está convirtiendo en una triste costumbre.
Corten la cinta y sáquense la foto con el arquitecto mundialmente reconocido, pero vigilen el patio, que también es su deber y obligación para con los ciudadanos, que además somos los que sufragamos esas obras con nuestro dinero e impuestos. Porque en sus obras, que se supone deberían ser ejemplo para otras, se vulneran los derechos de los trabajadores, y muchas veces las condiciones laborales no son las más adecuadas, hasta incluso acaban con la vida de la gente. Sean responsables.